domingo, 9 de marzo de 2008

La estrategia latinoamericana según Cardoso


Por Mariano Grondona


Invitado por la filial argentina de un importante banco brasileño, Fernando Henrique Cardoso pasó por Buenos Aires esta semana para dar una conferencia sobre "América latina y la globalización". La exposición de Cardoso suscitó gran interés no sólo porque fue por ocho años presidente de Brasil, sino también porque, como ministro de Economía de su antecesor, Itamar Franco, había derrotado a la hiperinflación y porque, al limitar su ambición a dos períodos presidenciales consecutivos, una restricción que reiterará su sucesor Lula da Silva, puso a Brasil en un sendero institucional, alejándolo de esa vieja tentación latinoamericana y argentina de las reelecciones indefinidas.


Pero la presentación de Cardoso encerraba un interés adicional de alcance intelectual. Junto con el argentino Raúl Prebisch, en efecto, el joven Fernando Henrique había sido el principal elaborador de una teoría del desarrollo según la cual los países latinoamericanos estaban condenados a ocupar sólo la "periferia" económica del mundo en su carácter de meros proveedores de alimentos y materias primas que cambiaban en términos cada vez más desfavorables por los bienes manufacturados de los países "centrales".


Junto con los estudios de Prebisch en la Cepal, un libro capital que publicó Cardoso en 1971 con otro argentino, Enzo Faletto, con el título Dependencia y desarrollo en América latina , consagró en nuestra región una visión según la cual, mediante el mecanismo que Prebisch había llamado "el deterioro de los términos del intercambio", América latina parecía destinada a intercambiar cada vez más toneladas de alimentos y materias primas por cada vez menos toneladas de los bienes manufacturados que le exportaban los países centrales.


Influidos por esta teoría, los gobiernos latinoamericanos se encerraron detrás de barreras proteccionistas para evitar esta forma de explotación "imperialista", dedicándose de México a Buenos Aires a "sustituir" las importaciones que les venían de Europa y los Estados Unidos por una producción propia no competitiva.


A resultas de este enfoque también llamado dependencista , los latinoamericanos quedamos al margen de lo que demostró ser el verdadero motor del desarrollo en las décadas de la posguerra para otros países como los del sudeste asiático, que se dedicaron, al contrario, a penetrar los mercados de los países centrales y lograron por esta vía una tasa inigualada de crecimiento sostenido. Claro, los coreanos y los taiwaneses lograron este éxito extraordinario que hoy imitan China y la India de puro ignorantes que eran: no habían leído ni a Prebisch ni a Cardoso.


La globalización


Frente a un mundo que cambia vertiginosamente bajo el signo de la globalización, ¿qué nos diría esta vez Cardoso? ¿Qué nos aconsejaría ahora este intelectual de izquierda de los años setenta y este presidente de centroderecha de los años noventa?


La curiosidad de su audiencia en Buenos Aires tuvo una respuesta porque, al analizar la situación de América latina frente a la globalización, Cardoso buscó una diagonal. No adhirió a la actitud de otros presidentes como el ecuatoriano Correa, el boliviano Morales, el nicaragüense Ortega y los cubanos Castro, que siguen denunciando al imperialismo norteamericano, que nos estaría explotando de nuevo mediante la globalización, detrás de las huellas de su nuevo líder y financista, Hugo Chávez, pero Cardoso tampoco espera, quizá como Uribe, que los norteamericanos nos mimen y nos quieran.


En su conferencia, Cardoso no describió la globalización como una maldición ni como una bendición sino, más bien, como una oportunidad. Lo mismo habían hecho en las décadas de posguerra los asiáticos frente a la explosión del comercio internacional, ya que no decidieron maldecirla ni alabarla, sino, simplemente, aprovecharla.


Y esto es lo que ahora nos aconseja Cardoso a los latinoamericanos: que no rechacemos de plano la globalización ni nos metamos tampoco en ella a tontas y a locas, sino que diseñemos frente a ella una inteligente estrategia de aprovechamiento, inclinando de este modo la balanza en favor de lo que no supimos hacer hace 30 años: dejar de lado la corta bandera del crecimiento que ahora nos encanta gracias al encarecimiento de los alimentos y las materias primas que exportamos; colocar en su lugar una verdadera estrategia de desarrollo , esto es, de un crecimiento que no se estire sólo por años sino por décadas, que nos ubique en un nivel españo l en el curso de una generación.


Precisiones


El conferencista no se limitó a señalar de este modo una vía posible para el desarrollo latinoamericano. Agregó, además, que algunos países de nuestra región ya la están recorriendo. Dio en este sentido tres ejemplos concretos: Brasil, Chile y México. Cardoso vino a clasificar así a los gobiernos latinoamericanos en dos grupos bien definidos. De un lado están aquellos como los mencionados, además de Perú, Uruguay y varios gobiernos centroamericanos, que ya han empezado a recorrer la senda de los países asiáticos. Del otro lado están los gobiernos más o menos "chavistas", que insisten en anacrónicas demagogias de corto plazo, explotando irresponsablemente el poderoso sentimiento antinorteamericano que anida en la región. Si siguen como van, los países del primer grupo conocerán el desarrollo. Si siguen como van, los países del segundo grupo terminarán en una nueva frustración. A la vista de la peligrosa inclinación de los Kirchner por el grandilocuente Chávez, la clasificación de Cardoso debiera preocupar a los argentinos.


Al hablar de Chile, por otra parte, Cardoso hizo notar que el intenso desarrollo que está logrando el país trasandino no incluye una inclinación "industrialista". Esto excluye nuestra anacrónica división entre el campo y la industria, cuando lo nuestro debiera ser una renovada definición agroindustrial que explote en ambos sentidos, en forma complementaria, nuestro incomparable potencial.


Cuando estuvo en la Argentina en los tiempos en que Menem pretendía la famosa "re-reelección", el entonces presidente Cardoso lanzó un pronunciamiento de naturaleza política al advertir que "tres períodos consecutivos es monarquía". Esta vez reafirmó con énfasis aquella frase. Sea bajo la forma de una prohibición absoluta de toda reelección como la que tiene México, sea al otorgar sólo dos presidencias consecutivas como lo hace Brasil, el mensaje político de Cardoso es que el viaje del crecimiento al desarrollo sólo puede lograrse cuando diferentes presidentes, cada uno limitado en su reelección, se suceden unos a otros en pos de una única política de Estado. Es lo que hacen, cada uno a su manera, Brasil, Chile y México. Es lo que sigue sin definir la Argentina, que según el conferencista no debiera eludir esta restricción "mediante conexiones familiares".


Después de esta conferencia, el modelo del desarrollo político y económico latinoamericano ha quedado a la vista. Si la Argentina termina por seguirlo, también realizará su propio "milagro asiático". Si termina por mimetizarse en cambio con Chávez y sus seguidores, quedará sentada junto a ellos en el andén de la historia.

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